miércoles, 19 de diciembre de 2012

Ante la situación descrita en el apartado DIRIGIR LA MIRADA, nos encontramos inmersos en la necesidad de generar un proceso de toma de decisiones y en la tesitura de tener que posicionarnos. Las decisiones son muchas, las opciones pocas: huir, ser mero espectado/a o comprometernos. Ser parte de la solución o, por el contrario, formar parte del problema. Hace tiempo Garaudy escribió que en el principio de toda acción revolucionaria hay un acto de fe: “la certeza de que el mundo puede transformarse, la de que el ser humano tiene el poder de crear de nuevo y la de que nosotros somos responsables, personalmente, de tales cambios”. Esto depende de cuál sea nuestra postura ante esa misma realidad. Hay cuatro posibles: a) la aceptación pragmática, el simple “sobrevivir”; b) el optimismo sostenido, la perspectiva de la fe en el progreso, fundada básicamente en la capacidad científico-técnica de las sociedades modernas; c) el pesimismo cínico, una suerte de “supervivencia hastiada” o “irónica” y d) la implicación práctica contra lo que se percibe como riesgos para la vida. Decidirnos a hacer es la única manera de comenzar a transformar la realidad, y lo hacemos porque creemos que es posible, primero en nuestro fuero interno y, después, de manera organizada, con otras personas, participando activa y comprometidamente. Porque, no existe una sociedad ahí fuera, esperándonos, que no sea la que nosotros/as seamos capaces de construir. Porque, al final, si llegamos a Ítaca, dice Cavafis, es porque sólo encontramos aquello que llevamos en el corazón.

Ante aquellos que piensan que somos lo que hacemos para adaptarnos a lo que somos. Ante los que se sitúan ante la vida desde la posición del que cree que somos lo que hacemos para ser lo que tenemos, nosotros, como Trabajadores y Trabajadoras Sociales del siglo XXI, queremos hacernos eco de la voz de Eduardo Galeano cuando reclama para sí que “somos lo que hacemos y, sobre todo, lo que hacemos para cambiar lo que somos”.

Cristina de Robertis en su último libro “Fundamentos del Trabajo Social” nos invita a la “reflexión constante sobre los retos, los problemas sociales emergentes y el posicionamiento personal y colectivo del cuerpo profesional”. Necesitamos generar ideología, necesitamos saber hacia dónde nos dirigimos y es preciso que contribuyamos a definir el modelo de sociedad, de persona, de política social, de servicios sociales y de Trabajo Social que queremos construir. Somos del todo conscientes de que no es fácil construir un modelo detallado del mundo que queremos, pero podemos escoger valores, podemos escoger entre prioridades y situaciones que configuran un mundo más o menos humano para todos y todas.

Para ello, es preciso generar espacios comunes de reflexión y de trabajo, ideas y acciones, compartir…. Discutir estas cuestiones, generar y fortalecernos mutuamente en cada trabajo conjunto. Espacios en los que, más allá de nuestro encuentros o desencuentros personales, nos unamos profesionalmente para generar aquello que anhelamos y que no se realizará si permanecemos quietos/as. No debemos olvidar que “lo que es posible soñar, puede realizarse germinalmente en la acción” “No necesitamos vanguardias omniscientes, pero en cambio son inexcusables las minorías ejemplares”. Los buenos ejemplos, las actitudes y las conductas “testimoniales”, rompen con la presión social al conformismo, rompen las unanimidades presuntas estimulando actitudes y conductas deseables. Así, se rompe con la apariencia de normalidad/naturalidad del orden social y se propone otra forma de mirar/concebir ese orden social, explicitando sus contradicciones, sus riesgos, sus debilidades. Nos lleva a la realización de preguntas que conducen a develar las tendencias, las fisuras y oquedades de las situaciones presentes y a construir otros futuros posibles haciendo surgir así la militancia de la acción concreta que “no acaba con la pobreza, no nos saca de la espiral de violencia, no socializa los medios de producción, pero quizá tenga la capacidad de desencadenar la alegría de hacer y de traducirla en actos. Y, al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sólo sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable” (E. Galeano)

Y después, cuando hayamos sido capaces de decirnos la verdad a nosotros/as mismos/as, cuando hayamos sido capaces de no engañarnos y autojustificarnos, cuando venzamos los miedos que paralizan el pensamiento, la palabra y la acción; entonces, podremos encontrar caminos para la coherencia. Y así, la justicia social será cuestión de tiempo, o de conocimientos, o de oportunidades, pero no será ya una cuestión ética. Desde aquí, posteriormente, podremos salir al encuentro de otros –profesionales, asociaciones colegiales, partidos políticos, etc- con estrategias de acción, con propuestas claras y factibles que supongan, también, un posicionamiento ético-político como profesionales del Trabajo Social en la consecución de una sociedad más justa, solidaria e incluyente.

Con estas reflexiones de fondo, algunos compañeros y compañeras, tras desayunarnos con una más de las medidas de recortes presupuestarios que terminaban afectando a los/las de siempre (decía monseñor Oscar Arnulfo Romero que “el escorpión pica siempre al pie descalzo), decidimos emular al Hombre Rebelde de Camús y decidimos decir ¡NO! Un NO que venía a significar que las cosas venían durando demasiado, que hasta ahora sí, pero en adelante no. Nos sentimos en la obligación moral de generar un proceso de reflexión-acción que fomentase, un ejercicio de empoderamiento personal y compromiso profesional. Una dinámica de trabajo que intentase sacarnos del letargo y que, a través de un proceso, nos hiciera salir de esa sensación de irreversibilidad aparente donde todo parece muy complicado, donde la sensación de “no hay nada que se pueda hacer para revertir el actual estado de cosas”, nos llevaba a colocar el lugar de control en manos de otros (la Administración, la organización colegial, los superiores en orden jerárquico, etc) Tomamos impulso y nos hicimos conscientes, como señalara Joaquín García Roca de que “en el mundo de lo social la complejidad es el estado natural de la realidad, en la que cada momento crea nuevas indeterminaciones y abre amplias posibilidades. Las soluciones están en el mismo proceso y sólo advienen a través de la participación y de la implicación de los interlocutores”.

La vida y su transcurso nos ha ido enseñando a dar valor a lo pequeño, a lo simbólico, a la palabra compartida y a la acción concreta más allá de los grandes ideales y las revoluciones truncadas. Y por eso, como cantara Raya Real en una de sus canciones más conocidas, nos planteamos la posibilidad de ir de uno en uno, después de pueblo en pueblo o de Distrito en Distrito, o de barrio en barrio para “contagiar con la utopía” a tantos compañeros y compañeras, ciudadanos y ciudadanas, que sabemos comparten este malestar y las ganas de hacer algo.

Por eso estamos hoy aquí. Porque existen cosas que no nos gustan, porque asistimos a la tergiversación y manipulación del lenguaje en esos encantadores de serpientes en que se han convertido nuestros políticos, porque existe mucha desinformación y poca visibilidad de los efectos causados por las medidas de recorte y ajuste presupuestario y, porque estamos convencidos de que juntos somos más y, en definitiva, jamás sabemos lo que puede llegar a acaecer tras el momento de los comienzos.

“Nadie puede matar una idea cuyo momento ha llegado”, señalaba Victor Hugo. Por eso, a través de este blog, os invitamos a participar activamente con vuestras reflexiones, vuestras propuestas y vuestro compromiso activo en la transformación del actual orden de cosas. Porque sabemos que en otros lugares existen sentires comunes y sería conveniente aunar esfuerzos para decidirnos a hacer, os invitamos a estar con nosotros y nosotras para comprometernos, mediante el gesto y la palabra, en revertir unos acontecimientos cuyo, desenlace, parece inevitable. Para hacernos a la mar precisamos de tus manos. Unas manos dispuestas a remar en una dirección ilusionada y consciente de la importancia de los pequeños gestos de disidencia activa, milagros cotidianos para un mundo en clara transformación.

Ángel Luis Maroto Sáez. Un asistente social que decidió convertirse en INSISTENTE social


Vivimos en unos momentos de cambios profundos. La crisis financiera ha dado alas a la derecha neoconservadora española con sus políticas neoliberales que, desde hace más o menos tres décadas, persiguen acabar con el Estado de Bienestar y los derechos sociales de la ciudadanía. La crisis de la deuda soberana –nueva transferencia de los problemas generados por los desmanes financieros a la población-, impone recortes y reformas que, lejos de mejorar la situación, ahondan aún más en las desigualdades y el empobrecimiento de la mayoría reactualizando el denominado “efecto Mateo” produciéndose el efecto perverso de que “a los que no tiene, hasta lo poco que conservan, se les quitará”; mientras asistimos al descubrimiento de nuevos casos de corrupción política ahondando si cabe, aún más, en el descrédito de la clase política y en la retirada de la confianza por parte de la ciudadanía hacia el establishment político.
 
         Esta nueva oleada de la derecha conservadora española, ha venido a implantar una serie de políticas neoliberales en el ámbito del sector público y, como no, también en el marco de los Servicios Sociales. Dichas políticas intentan generar en el imaginario ciudadano una concepción de los servicios públicos como gravosos, poco eficaces y eficientes, además de transmitir la impresión de servicios de baja calidad en un intento de denigración de la imagen que los ciudadanos tienen sobre los servicios públicos para, en un ejercicio de desvío de miradas, poner en manos privadas actividades públicas para beneficio de una camarilla que se retroalimenta así misma. Flexibilización, externalización, precarización y privatización se han convertido en consignas por todos conocidas y que, poco a poco, hemos ido aceptando como “mal menor”.
  
        Concretamente en el ámbito de los Servicios Sociales en al Ayuntamiento de Madrid, hemos asistido, en “tiempos de bonanza”, a un crecimiento importante tanto de los efectivos profesionales (Trabajadores Sociales) como de Centros y equipamientos sociales, así como de programas y prestaciones muchas veces respondiendo más a egos personales y prebendas políticas, que a un diagnóstico riguroso de la realidad social que permitiera una planificación ajustada a las necesidades reales de la población.

En estos momentos, acogiéndose  a la tan manida crisis económica, tras haber endeudado al municipio dando rienda suelta a los delirios de su anterior edil (recordemos las obras faraónicas de la M-30 y su deuda por 50 años, o los reiterados intentos de convertir a Madrid en capital olímpica) y bajo capa de un ajuste económico que garantice la contención del déficit público,  corremos el peligro de ir viendo cómo desmantelan el que nunca llegó a ser, realmente, el cuarto pilar del Estado de Bienestar (junto con la Salud, el Empleo y la Educación) y vulneran los derechos de l@s ciudadan@s –derechos que, por otra parte y concretamente en nuestro país, costaron las luchas, sudores e incluso vidas de muchas personas- Además, nuestra identidad colusiva, es decir, esa identidad profesional nuestra que nos pone a los pies de los caballos, nos convierte en guardianes de la puerta y pretende, en tiempos como los actuales, convertirnos en “antidisturbios sociales”, pudiéndonos colocar, a l@s Trabajador@s Sociales, en la tesitura de tener que realizar el trabajo sucio que otros rehuyen: enfrentar a la ciudadanía con la realidad de dicho desmantelamiento ( recortes presupuestarios, demoras en las ayudas reconocidas por ley (-leáse demora en el SAAD-, eliminación de partidas presupuestarias destinadas a las ayudas directas a las familias… )

El mercado ha conseguido ponerse por encima de las personas y, tras descubrir que la cobertura de las necesidades sociales de la ciudadanía podían ser un nicho de mercado, las fuerzas políticas en el poder están haciendo lo imposible por pone en manos privadas (adalides del PP) lo que son derechos de cobertura púbica haciendo realidad la máxima de “tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea inevitable”. O tomamos conciencia de que es preciso actuar o seremos testigos del ataque y derribo de los derechos sociales volviendo a formas pretéritas (beneficencia y asistencia social) De hecho, estamos asistiendo a lo que podríamos denominar un movimiento de Reconceptualización, esta vez conservadora, de la intervención social, invisibilizando la acción de los Servicios Sociales y transmitiendo a la ciudadanía una imagen distorsionada donde, en estos momentos de crisis, parece que fueran entidades sociales (Cáritas, Cruz Roja, Mensajeros, etc) las únicas que están dando cobertura a las necesidades de la población.

        En otro orden de cosas y siguiendo los planteamientos de Ulrich Beck, asistimos a algo paradógico que debería hacer saltar las alarmas y el escándalo entre una ciudadanía que pretenda huir de una servidumbre voluntaria, a saber: la tutela de una democracia por otra democracia. Si a un gobierno democrático, como supuestamente lo es el gobierno español, no le queda otro quehacer que acudir a las reuniones de Bruselas y traerse en la cartera los deberes acordados por Ángela Merkel ¿necesitamos de una clase política por lo demás costosa? ¿no supone, de alguna forma, un fascismo de nuevo cuño? ¿no se está reproduciendo por otras vías –ahora económicas- lo que ya se vivió durante la Segunda Guerra Mundial y se creía superado, es decir, no estamos viviendo una alemaniarización de Europa y, en concreto, de España?

       Parafraseando a William Blake, Francisco Umbral nos dejaba en su obra Mortal y Rosas la siguiente reflexión que bien puede aplicarse a la clase política que, en estos momentos, maneja nuestro barco sin rumbo y sin maniobra, o mejor, con un rumbo claro y una maniobra precisa: un salto hacia el abismo. Dice Paco Umbral que “mueve más una mentira firme que una verdad pensativa” y esto ha quedado claro y meridiano ante las mentiras propagandísticas del Partido Popular en su programa electoral que, posteriormente y al amparo de un juego de malabares hecho de eufemismos, ha ido dejando ver las verdades resguardadas al amparo de su paraguas de mentiras.

Nuestros padres y madres, las generaciones que vivieron la guerra y la posguerra y sobre las cuales se levantó en España el actualmente en clara decadencia Estado de Bienestar, asisten atónitos a la retirada de unos derechos que creían ya consolidados y que pensaban como mínimos irrenunciables. Tras el decretazo sanitario, los recortes en ayudas directas a las familias, el retroceso en los derechos laborales, el borrador de Ley de Educación, el proceso de Bolonia, las sucesivas modificaciones de la Ley de Dependencia, la puesta en cuestión del derecho a la huelga y manifestación de las ideas, la penalización de libertad de expresión bajo el eufemismo de resistencia pasiva,..


Ángel Luis Maroto Sáez. Un asistente social que decidió convertirse en INSISTENTE social






¿Cuánto tiempo más podremos permanecer así?




la realidad hace daño a la vista