miércoles, 19 de diciembre de 2012

Vivimos en unos momentos de cambios profundos. La crisis financiera ha dado alas a la derecha neoconservadora española con sus políticas neoliberales que, desde hace más o menos tres décadas, persiguen acabar con el Estado de Bienestar y los derechos sociales de la ciudadanía. La crisis de la deuda soberana –nueva transferencia de los problemas generados por los desmanes financieros a la población-, impone recortes y reformas que, lejos de mejorar la situación, ahondan aún más en las desigualdades y el empobrecimiento de la mayoría reactualizando el denominado “efecto Mateo” produciéndose el efecto perverso de que “a los que no tiene, hasta lo poco que conservan, se les quitará”; mientras asistimos al descubrimiento de nuevos casos de corrupción política ahondando si cabe, aún más, en el descrédito de la clase política y en la retirada de la confianza por parte de la ciudadanía hacia el establishment político.
 
         Esta nueva oleada de la derecha conservadora española, ha venido a implantar una serie de políticas neoliberales en el ámbito del sector público y, como no, también en el marco de los Servicios Sociales. Dichas políticas intentan generar en el imaginario ciudadano una concepción de los servicios públicos como gravosos, poco eficaces y eficientes, además de transmitir la impresión de servicios de baja calidad en un intento de denigración de la imagen que los ciudadanos tienen sobre los servicios públicos para, en un ejercicio de desvío de miradas, poner en manos privadas actividades públicas para beneficio de una camarilla que se retroalimenta así misma. Flexibilización, externalización, precarización y privatización se han convertido en consignas por todos conocidas y que, poco a poco, hemos ido aceptando como “mal menor”.
  
        Concretamente en el ámbito de los Servicios Sociales en al Ayuntamiento de Madrid, hemos asistido, en “tiempos de bonanza”, a un crecimiento importante tanto de los efectivos profesionales (Trabajadores Sociales) como de Centros y equipamientos sociales, así como de programas y prestaciones muchas veces respondiendo más a egos personales y prebendas políticas, que a un diagnóstico riguroso de la realidad social que permitiera una planificación ajustada a las necesidades reales de la población.

En estos momentos, acogiéndose  a la tan manida crisis económica, tras haber endeudado al municipio dando rienda suelta a los delirios de su anterior edil (recordemos las obras faraónicas de la M-30 y su deuda por 50 años, o los reiterados intentos de convertir a Madrid en capital olímpica) y bajo capa de un ajuste económico que garantice la contención del déficit público,  corremos el peligro de ir viendo cómo desmantelan el que nunca llegó a ser, realmente, el cuarto pilar del Estado de Bienestar (junto con la Salud, el Empleo y la Educación) y vulneran los derechos de l@s ciudadan@s –derechos que, por otra parte y concretamente en nuestro país, costaron las luchas, sudores e incluso vidas de muchas personas- Además, nuestra identidad colusiva, es decir, esa identidad profesional nuestra que nos pone a los pies de los caballos, nos convierte en guardianes de la puerta y pretende, en tiempos como los actuales, convertirnos en “antidisturbios sociales”, pudiéndonos colocar, a l@s Trabajador@s Sociales, en la tesitura de tener que realizar el trabajo sucio que otros rehuyen: enfrentar a la ciudadanía con la realidad de dicho desmantelamiento ( recortes presupuestarios, demoras en las ayudas reconocidas por ley (-leáse demora en el SAAD-, eliminación de partidas presupuestarias destinadas a las ayudas directas a las familias… )

El mercado ha conseguido ponerse por encima de las personas y, tras descubrir que la cobertura de las necesidades sociales de la ciudadanía podían ser un nicho de mercado, las fuerzas políticas en el poder están haciendo lo imposible por pone en manos privadas (adalides del PP) lo que son derechos de cobertura púbica haciendo realidad la máxima de “tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea inevitable”. O tomamos conciencia de que es preciso actuar o seremos testigos del ataque y derribo de los derechos sociales volviendo a formas pretéritas (beneficencia y asistencia social) De hecho, estamos asistiendo a lo que podríamos denominar un movimiento de Reconceptualización, esta vez conservadora, de la intervención social, invisibilizando la acción de los Servicios Sociales y transmitiendo a la ciudadanía una imagen distorsionada donde, en estos momentos de crisis, parece que fueran entidades sociales (Cáritas, Cruz Roja, Mensajeros, etc) las únicas que están dando cobertura a las necesidades de la población.

        En otro orden de cosas y siguiendo los planteamientos de Ulrich Beck, asistimos a algo paradógico que debería hacer saltar las alarmas y el escándalo entre una ciudadanía que pretenda huir de una servidumbre voluntaria, a saber: la tutela de una democracia por otra democracia. Si a un gobierno democrático, como supuestamente lo es el gobierno español, no le queda otro quehacer que acudir a las reuniones de Bruselas y traerse en la cartera los deberes acordados por Ángela Merkel ¿necesitamos de una clase política por lo demás costosa? ¿no supone, de alguna forma, un fascismo de nuevo cuño? ¿no se está reproduciendo por otras vías –ahora económicas- lo que ya se vivió durante la Segunda Guerra Mundial y se creía superado, es decir, no estamos viviendo una alemaniarización de Europa y, en concreto, de España?

       Parafraseando a William Blake, Francisco Umbral nos dejaba en su obra Mortal y Rosas la siguiente reflexión que bien puede aplicarse a la clase política que, en estos momentos, maneja nuestro barco sin rumbo y sin maniobra, o mejor, con un rumbo claro y una maniobra precisa: un salto hacia el abismo. Dice Paco Umbral que “mueve más una mentira firme que una verdad pensativa” y esto ha quedado claro y meridiano ante las mentiras propagandísticas del Partido Popular en su programa electoral que, posteriormente y al amparo de un juego de malabares hecho de eufemismos, ha ido dejando ver las verdades resguardadas al amparo de su paraguas de mentiras.

Nuestros padres y madres, las generaciones que vivieron la guerra y la posguerra y sobre las cuales se levantó en España el actualmente en clara decadencia Estado de Bienestar, asisten atónitos a la retirada de unos derechos que creían ya consolidados y que pensaban como mínimos irrenunciables. Tras el decretazo sanitario, los recortes en ayudas directas a las familias, el retroceso en los derechos laborales, el borrador de Ley de Educación, el proceso de Bolonia, las sucesivas modificaciones de la Ley de Dependencia, la puesta en cuestión del derecho a la huelga y manifestación de las ideas, la penalización de libertad de expresión bajo el eufemismo de resistencia pasiva,..


Ángel Luis Maroto Sáez. Un asistente social que decidió convertirse en INSISTENTE social




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